Dejarse llevar.
Como se dejan llevar las hojas caídas en otoño,
mecidas por el viento, todas a una.
Como se dejan llevar las gotas de lluvia en el cristal de mi ventana,
los días que no sale la luna.
Como se deja llevar el águila real por las corrientes de aire,
mientras disfruta del trayecto, y se deleita con el paisaje.
Como se dejan llevar los vagones del tren, uno tras otro,
sin pensar en el destino ni en lo que llevan de equipaje.
Dejarse amar.
Aunque hay veces que es complicado
porque a pesar de que sea tan solo un soplido,
cuando es sobre una herida todavía duele, todavía escuece.
Dejarse querer.
Pero hay veces que es difícil,
porque todos cargamos con nuestra mochila.
Algunas con más piedras, otras con menos,
pero al fin y al cabo todos llevamos una a la espalda.
Dejarse respirar.
Cerrar los ojos, acercarse, inspirar y aspirar.
Coger el aire y luego soltarlo,
resoplando y jadeando.
Dejarse besar.
Primero despacio, lento, probando el sabor de la respiración.
Después rápido y apasionado, haciendo arder el deseo.
O al revés, pues ¿quién soy yo para ordenar el caos de un beso?
Dejarse guiar.
Soltar el volante y ser el copiloto,
bajar la ventanilla y disfrutar del viaje.
Porque al final de lo que se trata es precisamente de eso,
de disfrutar del viaje, de la vida,
porque no sabemos en qué parada nos va tocar bajar,
porque no hay mejor momento que ahora,
ni mejor lugar que éste,
ni mejor compañía que la tuya.
Déjate llevar,
déjate amar,
déjate querer,
déjate respirar,
déjate besar,
déjate guiar.
Porque si te dejas llevar, sabrás qué es que te porten.
Porque si te dejas amar, sabrás qué es que te veneren.
Porque si te dejas querer, sabrás qué es que te deseen.
Porque si te dejas respirar, sabrás qué es que te inhalen.
Porque si te dejas besar, sabrás qué es que te besen.
Porque si te dejas guiar ,sabrás lo que es que te dirijan.