lunes, 12 de septiembre de 2016

Setecientas treinta horas


¡Qué desgaste, qué inexplicable calor!
Música, vino, tinta y tinto.
¡Qué cómodos silencios y frescos amaneceres.
No te espero, no me esperes.

Hay plantas secas en la azotea 
en mi azotea y en tu azotea 
se riegan con sudor 
con rayos de luna 
con polvo de estrellas.
¡Qué mariconada!

Hoy he vuelto a leer "raíces y tornillos"
no quiero devolvérselo a su dueño
si me pregunta le diré que no lo tengo.
Espero que no me esté leyendo.

¡Qué miedo desnudar mi bolígrafo,
qué pánico que sepas lo que escribo!
siempre lo borro 
ya nunca lo publico.

Pero esta mañana mi corazón marcaba las 8:00 a.m. 
y todo olía a menta, a tomillo, 
a orégano recién regado.
Y me he desnudado bajo el sol 
para calentar mi piel 
para mojar la palma de mis manos 
para escribir sin rima, con asonancia 
sin respetar las normas ni la distancia.

Pero esta mañana me he despertado en tu lado de la cama 
y ya no olía a perfume, ni a placer
ni a café recién hecho.
Y me he duchado bajo el sol 
para enfriar mi piel 
para secar la palma de mis manos
para recordarte sin lágrimas
para olvidarme de tus besos 

¡Qué paradoja, qué inexplicable frío!
Afonía, agua , en blanco y sin blanca 
¡Qué molestos ruidos e inexistentes "te quiero"!
Espérame, que yo te espero.

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