lunes, 17 de abril de 2017

No son formas

Vaya manera de enredarme.

Como si el verte pasar todos los días
por ese paso de cebra no fuera suficiente.
Subida en tus zapatos de tacón,
enfundada en ese vestido que te queda como un guante.

Vaya manera de moverte.

Como si el movimiento de tu pelo
no bastara para volverme loco.
Con las puntas rizadas y quemadas por el sol.
Hoy te he vuelto a escribir.
Lo he hecho mientras te veía pasar,
he visto como cogías el móvil,
leías mi mensaje y sonreías.
Y lo has vuelto a hacer,
lo guardas en el bolso y no respondes.

Vaya manera de ignorarme.

Como si no me diera cuenta
cuando te sirvo el café con leche
y me dejas diez céntimos de propina.
Y sabes que escaneo cada gesto que haces,
cada carcajada que sueltas.
Conozco de memoria tu manera de echarte el medio azucarillo
y cómo sellas el otro medio enrollando el papel
y lo dejas sobre el plato.
Y remueves el café, esperando que el azúcar se deshaga,
das un sorbo, coges una servilleta y secas tus labios
y la manchas de rojo carmín.

Vaya manera de torturarme.

Como si no fuera bastante tortura
el caminar detrás de ti,
e ir oliendo tu perfume y escuchar el sonido de tus tacones.
Como si todo eso no te pareciera suficiente.
Te giras, me miras y me saludas con la mano,
como el que saluda a un autobús lleno de niños
que van de excursión.

Vaya manera de mirarme.
Vaya manera de minarme.
Vaya manera de reírte sin mi.
Vaya manera.
No son formas.