martes, 31 de mayo de 2011

Kronos


Solamente un fuerte abrazo bastó para que su bálsamo se trasladase de su varonil cuerpo al de ella.
Como la brisa que transporta el olor a tierra húmeda los días de lluvia.
Franquearon el aire que defendía sus labios y se fusionaron en un beso apasionado.

Sus manos se extraviaron en el desierto de sus cuerpos en busca de un oasis.

Se miraron. Suspiraron.

Él se mordía el labio sin esconder que su cuerpo se encendía como una vela.
Ella se fundía como la cera mientras arrastraba la cara contra su fragante cuello.

El tiempo se detuvo, sanguíneo, ardiente, sofocante, mudo.
Las manillas se pararon, las cadenas se rompieron, los engranajes se frenaron.

La tinta de sus cuerpos se mezcló, incomodando a kronos*,quien a su reloj dio cuerda, separando así sus torsos, sus manos, sus labios, su aliento...
Ella dijo -adiós, no nos queda tiempo.



Kronos*: dios del tiempo


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